Por Melvin Lans
En
Cartagena siempre habrá una callecita que no conocías, siempre encontrarás
algún vendedor de jugo de zapote con leche, una negra vendiendo boca chico con
yuca o patacones mameyuos, y nunca, nunca estará ausente la brisa salobre del
mar, la nostalgia de la india Catalina, o alguna champeta sonando en una
esquina de cualquier barrio popular, ahí están detenidos en el tiempo mis
sueños de juventud, caminando a pie desde mi casa al centro, comiéndome cada
callejuela colonial o subiéndome sobre la muralla en un cañón que siempre
apunta hacia la bahía esperando algún barco pirata fantasma, era “bacano”
llegar al museo y hablar con Migue o con Lázaro, que siempre me dejaban entrar
gratis, o devolverme al barrio y encontrarme con mis amigos de “los colores del
barrio”, grupo en el que crecí como artista. Alberto siempre planeando
participar en alguna convocatoria, o Rodrigo con sus chozas llenas de inopia
representando las barriadas pobres del cerro de la popa o la miseria del pozón.
Cartagena es una ciudad mágica de casas coloniales y balcones inundados de
Buganvilias, hasta los buses “pringa caras” te inspiran al arte, Boca grande y
el laguito podrán ser las playas más turísticas, pero tienes que bañarte en las
de Marbella o pasar por Basurto y comerte un sancocho de pescao, o beberte un
guarapo de limón con panela y hielo para refrescarte del calor. Casi estoy
seguro que Helmut, Jorge y José todavía tienen su marquetería en el paseo de
Bolívar, extraño esos pelaos y todas sus ideas para hacernos famosos…Aún recuerdo
cuando Eduardo Hernández, curador del museo de arte moderno de Cartagena y gran
amigo me llamó para que exhibiera mi obra en el museo, yo era apenas un niño y
llegué a mi casa llorando de felicidad, “¡que vaina más bacana!” dije. Desde
ahí mi amigo el gran escritor y columnista del universal, Gustavo Tatis Guerra
empezó a consentirme con sus artículos sobre mi obra, fue una época de mucha
popularidad para mí, y para mis hermanas que eran mis musas; inundamos las
páginas de revistas y periódicos, teníamos la sonrisa de todos esos antipáticos
aristócratas que ahí abundan. En fin, tienes que pasar por Cartagena y
turistear por ahí, no te lo puedes perder, es una ciudad vencida por los años,
pero recuperada por la modernidad; ahí encontrarás el castillo de San Felipe,
emblemático cerro de piedra que hipnotiza al visitante, las murallas que
fortifican la ciudad y le dio el título de corralito de piedra, la iglesia san
Pedro Clavel donde yacen los restos, pues, del mismo Pedro clavel el ángel que
consoló las llagas de los esclavos que trajeron los españoles. pasa por el
museo de arte moderno, y me saludas a Migue dale un abrazo a mi compadre, y por
ahí te toparas con una torre que sostiene un reloj, que de tanta ansiedad ya no
corre, ve al palacio de la inquisición, no te vas a arrepentir, y lo demás son
lujosas tiendas de ropa de diseñadores, centros comerciales, viajes en yate a
isla arena, camina por el laguito y come chipi chipi en boca grande, pero eso
sí, sin dejarte tumbar porque esos vendedores cobran de mas, ¡ah! se me
olvidaba, hay palenqueras enormes vendiendo dulces y frutas en la calle o en el
portal de los dulces, cerca de la plaza de la aduana. Y léete una partecita de
un libro en una de las banquitas del museo, si llega alguna de esas monas
creídas y no te habla, ni le pares bola, ellas están trepadas en su nube,
montadas en su nave..
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